Honduras necesita quien le imprima autoridad en la administración de la producción agrícola nacional, eso no se puede negar. Un país que no produce los alimentos que consume la sociedad, es un país carente de soberanía alimentaria es arrastrado por la producción agroindustrial bajo condiciones humillantes del mercado transnacional. La cuestión radica en la visión política y la capacidad técnica en la agronomía. Hay muchísimos dirigentes campesinos e intelectuales que conocen mejor la línea que el régimen Hondureño ha seguido en el plano agropecuario nacional.
En 1961 la Organización de Estados Americanos, en apoyo al gobierno de Ramón Villeda Morales, envió al país la Misión 105 para realizar un estudio de las condiciones de la calidad de suelos, hidrología, ambiente, geografía, morfología, etc. el estudio fue realizado en la zona nororiental del país y la llamaron “marcha hacia el oriente” cuyo objetivo era colaborar con el gobierno Hondureño en la planificación del desarrollo agropecuario del país. La Misión entregó el informe en 1964 al embajador de Honduras ante la OEA en Washington.
El informe es la base para la posterior colonización campesina en el aguan, y de hecho, los rubros productivos indicados por la Misión son el banano, la palma, los cítricos y los granos básicos en menos escala. La convulsión campesina y la presión de la transnacional bananera de los Estados Unidos obligo a las Fuerzas Armadas bajo la dirección de Oswaldo López a dar el golpe de Estado en 1963. Pero, pronto entendieron que los aires de la reforma agraria crecían en el continente y luego el mismo Coronel, después de un lapso de tiempo fuera del gobierno, regresa con otro golpe de Estado y esta vez, enarbola la bandera de la Reforma Agraria y el aguan fue convertido en experimento nacional.
En la década de los setentas, distribuyeron un estimado de 26 mil hectáreas de tierra en el valle y un poco más de ochenta cooperativas campesinas fueron asentadas para poner en marcha el plan agropecuario que en realidad, fue la base del plan agroindustrial posterior. Según ex cooperativistas, se confundían los militares en medio de los centenares de plantas de palma que transportaban en los camiones militares. Mientras se desarrollaba el cultivo de la palma, hubo producción de maíz, arroz, cítricos, ganado, cerdos, gallinas, verduras, frutas y fue el granero de Centroamérica. Hubo producción para el consumo y los excedentes se comercializaron a través del Instituto Hondureño de Mercadeo Agrícola (IHMA). Aunque no hubo reforma agraria, es una época que muchos recuerdan con nostalgia, sobre todo nuestros familiares y amigos, campesinos ex cooperativistas ahora obreros agrícolas.
La ley de Reforma Agraria bajo el decreto 170 prohibía vender la tierra, luego el neoliberalismo arrasó con la ley y el congreso nacional fue la maquina demoledora de la iniciativa agropecuaria cooperativista. El diputado de las ciencias agrícolas, Oscar Nájera, se ufana de ser el artífice del desarrollo palmero que arrancó la tierra de las manos campesinas y la puso en manos de los agroindustriales con la ley de Modernización y Desarrollo del Sector Agrícola (LMDSA). El desarrollo neoliberal Najerista en el aguan acabo con la infraestructura del IHMA, cuyo edificio y terreno ahora ocupa la transnacional Pepsi-Cola (COAGUAN).
La dicotomía cielo-suelo se profundiza. La historia del movimiento campesino narra que mientras el campesino fue invadido por el fenómeno pentecostal que lo empujó al éxtasis y soñar con el cielo, los terratenientes agroindustriales le arrebataron el suelo. El militarismo impuso el temor y el terror en la base y fue protector de más de algún dirigente campesino que le gusto la plata y traicionó su organización. El archivo de recuerdos del trabajo de Guadalupe Carney y otros curas comprometidos con el campesinado, narran el papel de la estructura militar en las asambleas campesinas antes, durante y después del colapso de las cooperativas. El neoliberalismo se impuso en el agro por la fuerza militar y la legislación impuesta desde el FMI y el BM.
Tener garantía de un pedazo de tierra en Honduras es muy difícil. Las dos últimas décadas de lucha campesina en recuperación de la tierra han estado marcadas por el militarismo con el pretexto de combatir el narcotráfico o grupos delictivos, cuando en realidad protegen la gran propiedad agroindustrial. El Tumbador y Paso Aguan son ejemplos claros, las Fuerzas Armadas dejan huella ingrata en la historia campesina del aguan con la represión y la inteligencia que infiltró el coronel German Alfaro en el corazón de los movimientos campesinos. Se fue Alfaro y llegó el Coronel Jovel Martínez ante quien fuimos testigos junto a defensores de derechos humanos y el delegado del CONADEH cuando desalojó campesinos y al instante una maquina cortaba a ras de suelo, quince manzanas de maíz según los campesinos, ya entrando en elote en la zona de rigores.
Luego llegó el coronel Coca a jugar un papel de negociador. Tan cristiano el coronel encabezando una oración a Dios junto a la dirigencia campesina mientras la larga pistola colgaba de su cintura. Coca puso a dirigentes campesinos ante ministros y ante Juan Orlando en la capital y se ubicó como un semi dios en el aguan al punto de arrancar lágrimas y actitud excesivamente frágil de ciertos dirigentes. En ese recorrido silencioso y observante uno aprende como levantan la esperanza, el ánimo y la emoción del campesino, lo sacan del mundo real y los meten en un mundo ideal.
En el aguan hay un estimado de dos mil cien familias aglutinadas en cinco movimientos campesinas que tienen convenios de compra-venta de tierras con el Estado por un estimado de 11 mil doscientas hectáreas de tierra en promedio, sumando una deuda promedio de novecientos ochenta millones de lempiras. En los próximos diez años, cada familia debe pagar en promedio Lps. 3,800.00 mensual, teniendo un ingreso mensual estimado en Lps. 4,000.00. El campesino tiene que decidir entre comer o pagar la deuda. ¿Qué va a pasar cuando el campesinado llegue al tope con la crisis y empiece a reclamar una reconsideración o transformación del plan de pago?.
Ahora existe una relativa tranquilidad, una especie de sueño profundo ante lo que está pasando en el campo, incluso puede darse una relación de buena fe e ingenuidad de cierta parte del campesinado hacia el militarismo, pero eso no va a durar mucho tiempo, la miseria tiene patas largas y se adelanta dia tras dia hacia momentos de confrontación puesto que no se está tocando lo medular de la situación. El régimen gubernamental debe saber que de nada sirven los 4 mil millones de lempiras si no existe un plan de transformación agraria como lo establece el art. 344 Constitucional:
“La Reforma Agraria es un proceso integral y un instrumento de transformación de la estructura agraria del país, destinado a sustituir el latifundio y el minifundio por un sistema de propiedad, tenencia y explotación de la tierra que garantice la justicia social en el campo y aumente la producción y la productividad del sector agropecuario”. En otra ocasión hablemos del INA.